Cuando los muertos son ajenos…

Después del atentado ocurrido en el concierto de Ariana Grande, las bromas de mal gusto corrían sin piedad por la red (foto: La Vanguardia)

El viernes pasado,  mi hija de 11 años fue a una excursión organizada por el colegio. Luego de dos días de lluvia, el sol primaveral asomaba, los niños subían contentos al autocar que los conduciría al «paraíso»: un día sin clases, sin deberes,  corriendo libres y observando la fauna y flora de los Aiguamolls de l’Emporda,  el segundo parque natural más importante de Catalunya.

Nada hacía presagiar que la excursión acabaría pronto. Hacía el mediodía una maestra recibió una llamada, su padre había caído a un pozo de agua y luego del rescate no había sobrevivido. El regreso se apresuró. De vuelta en el autobús la maestra en cuestión iba naturalmente afectada, sin embargo, algunos niños continuaban con la diversión sin miramientos ni compasión.

«No sé cómo algunos podían cantar a voz en cuello y reír en el autobús mientras la maestra lloraba mamá», me explicó mi hija al volver a casa.  Yo tampoco puedo entender la frialdad para publicar comentarios «jocosos» respecto al atentado ocurrido este lunes en el concierto de Ariana Grande, en el Manchester Arena en Inglaterra, que ha dejado como saldo 22 niños y adolescentes muertos y otros 59 heridos.

«Al parecer no a todo el mundo le gusta la música de Ariana Grande, ja, ja», «Ella es explosiva pues».

Un periodista estadounidense, a través de tuit, fue otro de los que se permitió hacer una «broma» de mal gusto respecto a la tragedia : «Varias personas han muerto en el Manchester Arena. La última vez que escuché a Ariana Grande, casi me muero yo también». Horas más tarde el tuit fue borrado, pero siempre queda la oportuna captura de pantalla.

Twitter

Un programa deportivo español también contribuyó a la insensibilidad. Al momento del atentado el programa estaba en emisión, así que el conductor dio paso a uno de los colaboradores para que informe lo ocurrido. Al mencionar que el ataque había sido en el Manchester Arena, el conductor pregunta si se trata del estadio de alguno de los equipos de la ciudad, otro colaborador ríe, «en el mundo hay algo más que fútbol», le dice. «No, el fútbol es lo más importante y el Madrid lo es más», refuta cínicamente el conductor.

A finales de marzo de 2015 un avión que hacía el trayecto Barcelona-Düsseldorf, se precipitó sobre los Alpes franceses con 150 personas a bordo, en su mayoría alemanes, (16 eran adolescentes estudiantes de intercambio) españoles y turcos. Unas horas después de la tragedia, desde varias ciudades españolas se publicaron mensajes donde se regocijaban por el origen catalán y alemán de parte de las víctimas del siniestro.

«Lo del accidente de avión me parece muy bien si había catalanes dentro de él», «Ójala que sean todos catalanes los muertos en el accidente de avión que volaba entre Barcelona y Dusseldorf» y «Solo son españoles cuando una desgracia para apuntarse a las indemnizaciones. Boicot products of Cataluñisten».

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Y yo me pregunto, qué lleva a las personas de cualquier edad, origen o cultura a desconectar de nuestra humanidad y ser capaces de reír de la muerte cuando los cuerpos yacen aún calientes, cómo no empatizamos sin reservas con el dolor de un grupo que no es el nuestro. Cómo podemos ser tan cínicos para festejar una desgracia o decir que no hay nada más importante que el fútbol cuando 79 familias lloran la pérdida de sus hijos.

Según un estudio de la Universidad de Ohio, el consumo de analgésicos como el paracetamol que contiene acetaminofén (sustancia presente en la mayoría de analgésicos) genera que la gente sea menos empática con el dolor del otro. Cuarenta estudiantes a los que se les suministro 1 gr de paracetamol se mostraron menos conmovidos con artículos leídos sobre dolor físico, frente a otros 40 estudiantes que sólo consumieron un placebo. Ahora se investiga si el iboprufeno causa los mismos efectos.

A estas horas el ISIS ya ha reivindicado el ataque en el que un hombre hizo detonar un cinturón de explosivos de fabricación casera, justo al final del concierto de Ariana Grande, al que asistieron 20 mil personas, en su mayoría adolescentes y niños. A estas horas también se han identificado a dos de las víctimas mortales, una niña de 8 años y una joven de 18, ambas de nacionalidad británica.  Y esto no puede ser motivo de gracia o burla.

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