Insultar a la policía o grabar un acto vandálico o incluso alentarlo, no puede ser considerado terrorismo. Un acto vandálico no es terrorismo.
La ONU, lucha contra el terrorismo desde hace 30 años, pero no tiene aún una definición oficial para este delito. Según expertos de este organismo -si todos los países integrantes se pusieran de acuerdo, terrorismo sería: «cualquier acto destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o un no combatiente cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo».
En un informe del Ministerio Público peruano, sobre Terrorismo y Derechos humanos, la definición más aceptada de terrorismo es la de la CIDH según la cual: «terrorismo es el uso de la violencia para generar temor en el público para la consecución de objetivos políticos».
Según el documento, «Terrorismo, su regulación legal en el Perú», según el Centro de Asesoría y Estudios Sociales, «el terrorismo es la sucesión de actos violentos. Dominar por temor. Forma violenta de política dirigida contra un gobierno, un estado, un grupo, una organización social o una población».
Dicho todo esto, la izquierda debe entender que para ser tomada en serio y evitar reportajes en los que sea criminalizada, como ha sido el caso, lo mejor siempre será la protesta pacífica, porque sino la primera palabra que saldrá de boca de sus detractores será: «terrorismo».
Érase una vez…
«Está explotando el carro de los perros» […] «¿Quién es esta muchacha que le dice perros a la policía y llama a más violencia entre la turba de quienes queman el vehículo?» Así comienza un reportaje realizado por Fabricio Escajadillo, que denuncia la participación de una feminista, a la que el reportero llama «señorita radical anarquista», en la quema del vehículo de la policía durante la última marcha delante del Congreso peruano.
Por decirle perros a la policía, y por grabar lo ocurrido, el reportero identifica con pelos, señales, y redes sociales a una mujer, la llama «muchacha» de manera despectiva y se indigna porque sobre ella no hay denuncia, ni expediente abierto. Así que él se erige en juez y parte; dizque investiga y la señala. Es decir, donde la propia policía insultada no ve nada, él ve a una ¿»terruca»?
«Una mujer con el pelo teñido de lila y chalina lila, también» […] «Alrededor de todos estos rostros se encuentra ella«, dice el periodista y da su nombre completo. Yo sólo la llamaré por sus iniciales K.F. Escajadillo también revela que ella es estudiante de derecho y «según ella misma dice, es trabajadora de la Fiscalía de la Nación» […] «Empleada con un sueldo que pagamos todos», agrega.
Toda esta sobreexposición ha hecho que KF, «la señorita feminista», como también la señala el periodista, haya tenido que cerrar sus cuentas en Facebook y Twitter. Sólo durante esta mañana ella ha sido objeto de toda clase de insultos, desde terruca a feminazi, y otras palabrejas propias de nuestro acervo más vulgar.

La avalancha de comentarios en su contra ha sido tal, que incluso la siempre congresista Luz Salgado, que avala el gasto de más de 84 mil soles -dinero de todos los peruanos- en arreglos florales por parte del Congreso, ha puesto el dedo en twitter y también ha lapidado a K.F.

El periodista también se indigna porque K.F en un mensaje en su Facebook llamó «compañero» al detenido por la quema del vehículo, con esto él ratificaría todo lo «terruca» que es la feminista. Con voz impostadísima, él la sigue señalando como culpable por llamar perros a la policía, frase que puede agradar más o menos, pero que está dentro del ejercicio de la libertad de expresión.
Pero para Escajadillo, cuyo historial de ofensa a las mujeres, sobre todo a las feministas, es ya conocido, K.F sería una terruca, porque claro, además es una «anarquista radical». Y aquí hago un aparte como en el teatro para explicarle al ¿compañero?, que el anarquismo es en sí mismo radical, porque propugna la desaparición del Estado y la eliminación de todo poder que impida la libertad individual.
A Escajadillo le molesta, el lenguaje de K.F, el que grabe la quema de un vehículo, el que tenga el pelo lila, su chalina lila, y el que sea una feminista «anarquista radical». Y es que a él lo que le molesta es que las mujeres nos expresemos. Hace dos semanas también atacó a otra mujer feminista «zurrándose», como denuncié en esa oportunidad, en algo tan elemental como el respeto a los derechos de autor.
A pocas horas del anuncio de la muerte de Eyvi, Kimi, una ilustradora feminista que ha participado con su trabajo en varias de las campañas realizadas en contra de la violencia machista, realizó un afiche en el que ponía «Todas Contigo Eyvi» y él, junto con otros famosillos publicaron en sus redes el trabajo censurado.
Tacharon la palabra «Todas» y pusieron «Todos», sea por las razones que fuere no tenían justificación para hacerlo. Tanto Peluchín, como la voz del grupo Dolores Delirio -dos de los que replicaron el cartel censurado- dándose cuenta que habían metido la pata hasta el fondo, pidieron disculpas por lo ocurrido, y aunque esto no subsana la falta cometida, por lo menos dieron la cara.
Escajadillo, además, al publicar la ilustración acusó a Kimi de hacer política con el cartel y la llamó «señorita feminista», frase que también usa contra K.F. Pero esto no quedará aquí, las feministas ofendidas han emprendido acciones en la red y han convocado una marcha en contra de la misoginia de este señorito ¿machista?

Y aquí otra perla de Escajadillo en contra de las feministas. Él afirma que «en España se ha pedido prohibir la práctica del fútbol en las escuelas», sin embargo, aquí nadie ha hecho tal cosa de manera formal. Esta afirmación sale de un artículo publicado en una revista sindical, en el que dos mujeres feministas sugieren la suspensión de deportes excluyentes en los patios de las escuelas.
Los diarios de la derecha más a la derecha en España, que hacen campaña en contra de una educación con enfoque de género y en contra del feminismo, aprovecharon este artículo para decir que se estaba pidiendo que en las escuelas no se juegue al fútbol, sin embargo, vuelvo a repetir, esta no ha sido una petición formal, ni informal, fue una idea lanzada al viento que no ha tenido repercusión.
Y esto lo afirmo porque soy madre de una niña escolarizada en una escuela catalana -o sea, aún española- y aquí no ha habido ninguna información oficial en ese sentido. En el colegio de mi hija, niños y niñas juegan al fútbol si así lo quieren. Es más, en casi todos los pueblos hay un equipo de fútbol masculino y uno femenino. En el mío, las chicas son unas cracks.

Y la galería de desprestigio en contra del feminismo suma y sigue, porque para este señor, ser feminista es sinónimo de ser totalitaria y terruca, como lo es para gran parte del país, según demuestran todos los comentarios a favor de su reportaje.
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