Si no «te metes», la pueden matar

La discusión violenta de una pareja en un espacio público no puede seguir siendo considerada un acto íntimo. No cuando a las mujeres nos están quemando, violando y matando. No cuando nos degüellan a vista y paciencia de todo mundo. Comerse el pleito puede salvar una vida

En Lima, Perú, el martes 4 de septiembre de 2018 una mujer fue degollada y, si bien es cierto, los testigos intervinieron para ayudar en la captura del feminicida, me pregunto: ¿por qué no lo hicieron antes de ver sangre?

El miedo a nuestra integridad no puede ni debe paralizarnos para socorrer a alguien en peligro, no es fácil, pero siempre hay algo que podemos hacer.

“Algo no va bien contigo, nunca, nadie me ha tratado como lo haces tú”. Era un lunes por la noche y volvía de unas lindas vacaciones con mi marido. En el vuelo, detrás nuestro, venía una pareja joven, reían y se lanzaban frases hirientes. No más de 30 años les calculé. Aterrizamos y la cosa se puso peor.

“Te has puesto de esa manera sólo para mirarla” —le increpó ella a él. Al parecer su chico había mirado con ojos de deseo a otra mujer. —“No he hecho eso, estás loca”, contestó él; y siguieron hablando y riendo hasta que ella un poco más seria le dijo: “Cuando madures lo entenderás”. Él rió socarronamente.

Subimos todos al autobús que nos llevaría del avión a la sala de desembarque, ya no se hablaban, él lo intentaba pero ella le giraba la cara. Al descender del autobús él espero que no hubiese mucha gente y la cogió de los antebrazos por detrás, atrayéndola hacia sí, ella se quedó inmóvil y yo me puse alerta.

No avance, no quería hacerlo, en esa zona del aeropuerto y siendo ya casi medianoche no había nadie más; le dije a mi marido lo que pasaba y fuimos retrasando nuestro paso para no dejarla sola.

Comenzaron a caminar, ella quería adelantarlo, él le cerraba el paso con la maleta, le metía la cara para obligarla a hablar. Ella le rehuía, se la veía contrariada. Él le cogió la maleta y la retuvo, mi marido y yo pasamos delante de ellos, los miramos para que supieran que estábamos allí.

Mi marido se adelantó en busca de ayuda por si pasaba algo, yo me quede como a 10 o 20 metros de ellos, los veía discutir, ella se llevaba las manos a la cara, parecía secarse las lágrimas y movía la cabeza en señal de negación.

Pasaron por delante de ellos un grupo de sobrecargos, 4 hombres y dos mujeres. Les comenté la situación y me dijeron que no se podían meter, pero, “no se preocupe, en todo el aeropuerto hay cámaras”, agregaron.

Y pensé, qué importarán las cámaras cuando él la haya golpeado o matado, claro, sirven para hacer la denuncia, pero el daño ya está hecho, por qué no actuar antes de que ocurra algo lamentable; por qué no podían simplemente acercarse y preguntar si todo iba bien.

No podían porque nadie quiere comerse el pleito de otro y es esta falta de solidaridad la que nos lleva a tener cada día más mujeres maltratadas, quemadas, violadas y asesinadas.

Seguí en mi sitio de guardia, esperaba que todo se calmase y me daba yo misma valor para intervenir, no es la primera vez que lo hago, pero siempre tengo algo de temor. Ambos comenzaron a caminar hacia mi, me hice la que esperaba algo, miré mi reloj, él entró al lavabo, yo aproveché ese momento y me acerqué a ella que lo esperaba fuera.

Estás bien” —le pregunté. “Sí todo está bien” —contestó. Me ofrecí a llevarla a su casa para que pudiese deshacerse de él, pero me dijo que no, que muchas gracias, los ojos le brillaban. Insistí en ayudarla, se volvió a negar. —”Estoy bien, ya te vi que mirabas y me cuidabas, gracias, pero ya estoy bien”, dijo.

Espero, en verdad, que todo se haya arreglado y no me refiero a que ahora estén felices comiendo perdices —luego de ver el trato dominante de él, no creo que haya nada saludable entre ellos— me refiero sólo a que ella esté a salvo en su casa.

Rescato el haber actuado, el haber superado mi temor, el haber sido solidaria y haberle hecho ver que no estaba sola, eso también empodera a quienes están pasando por una situación difícil, les hace saber que hay gente que está dispuesta a hacer algo.

Me enfada y asusta mucho que la gente pase al lado de una pareja que está discutiendo fuertemente y nadie haga algo, sólo una mujer se los quedó mirando, pero siguió su camino.

Me enfada y asusta mucho que, incluso, el grupo de trabajadores de una línea aérea, que pasaron al lado de la pareja no hayan querido intervenir; ni siquiera las dos mujeres que iban con ellos y que ellas mismas afirmasen: «Nada podemos hacer».

Si no nos ayudamos, cómo podemos seguir adelante. Si no nos solidarizamos con los que sufren violencia o acoso cómo podemos exigir una sociedad más justa, cómo podemos volver a casa con nuestras familias y sentirnos tranquilos o tranquilas.

La violencia no desaparecerá como por arte de magia y, en particular, la violencia contra la mujer tampoco lo hará si no nos comprometemos a intervenir , a ayudar, si no nos comemos un poquito el pleito e intentamos frenar desenlaces terribles.

“Hay cámaras de seguridad”, es la frase de los sobrecargos que me quedó grabada y mientras pensaba, por ejemplo, en Arlette Contreras, mujer peruana a la que su expareja arrastró por el pasillo de un hotel para volver a meterla en la habitación donde la estaba maltratando.

Saber que podía estar siendo grabado por las cámaras del hotel no detuvo al abusador de Arlette y lo registrado tampoco han servido para condenarlo por el repudiable hecho.

Y me pregunto, si a un hombre no le importa retener por la fuerza a su pareja en un espacio público, si a un hombre no le importa sujetarla con violencia y cerrarle el paso en un lugar donde sabe que puede estar siendo grabado: ¿le importarán las cámaras de seguridad para hacer lo que le quiera?

Así que la próxima vez que veas un acto de violencia contra una mujer —o contra otra persona— piensa dos veces antes de seguir tu camino, mírate en aquel que está siendo violentado y piensa si no te gustaría que alguien pudiese ayudarte.

Un día el sujeto de violencia puedes ser tú y ahí quiero ver como se te atraganta el “no me puedo meter”.

Este blog sobre violencia de género también ha sido publicado en: teleLeolamula.pe

2 Comentarios

  1. Hoy me estreno en Onda Feminista, medio online que, según afirma en su página web: «busca impulsar la equidad de género en América Latina». Y, para ir bien, en 2019, este debería ser el propósito de todos los medios de comunicación. Ojalá así sea.

    » “Hay cámaras de seguridad”, es la frase de los sobrecargos que me quedó grabada y mientras pensaba, por ejemplo, en Arlette Contreras, mujer peruana a la que su expareja arrastró por el pasillo de un hotel para volver a meterla en la habitación donde la estaba maltratando.

    Saber que podía estar siendo grabado por las cámaras del hotel no detuvo al abusador de Arlette y lo registrado tampoco han servido para condenarlo por el repudiable hecho.

    Y me pregunto, si a un hombre no le importa retener por la fuerza a su pareja en un espacio público, si a un hombre no le importa sujetarla con violencia y cerrarle el paso en un lugar donde sabe que puede estar siendo grabado: ¿le importarán las cámaras de seguridad para hacer lo que le quiera?…»

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