Deudor de alimentos, presunto violador y maltratador, Jorge Eduardo Andonayre, luce así de feliz porque la justicia peruana no hace su trabajo [Audio]

Un hombre, dos deudas de alimentos, dos juicios, dos niñas que no saben nada de su padre, dos mujeres que luchan porque sus hijas reciban lo que merecen y necesitan; y en ese intento se dejan la piel. Ellas exigen que sus procesos sean atendidos y resueltos, sin embargo, con la justicia peruana han topado, con una justicia que la hace larga, más larga que anaconda bien alimentada.

«Después de la última apelación que hizo el demandado solicitando que se envié a otra instancia el proceso de solicitudes de pago de deuda, sólo ha pasado a otra instancia que ha emitido una solicitud de apercibimiento y me han dicho que a fines de julio darán una respuesta a esta apelación. Y así vamos desde hace dos años» —dijo una de las madres, Ericka Cairo, a teleoLeo.com.

En octubre de 2017 Ericka Cairo inició una segunda demanda de alimentos en contra de Jorge Eduardo Andonayre, el padre de su hija que ahora tiene 11 años de edad. El hombre en cuestión, según ella, a duras penas habría pagado la pensión de alimentos durante poco más de dos años. «La pensión es de 209 soles y se estableció en un primer juicio de alimentos, pero, salvo raras excepciones, Andonayre nunca la pagó completa, ni regularizó las cantidades que quedó a deber».

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Ahora, según la liquidación hecha en el proceso iniciado en 2017, a enero de 2018, Andonayre debe pagar la suma de 17,700 y en esas están, él ha apelado porque no está de acuerdo con esta cantidad, además en una de las audiencias, según Cairo, él se atrevió a decir que no sabía porque le reclamaba la pensión si ella había estado trabajando como gerente en una empresa y a su hija no le había hecho falta nada, de nada.

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Sin embargo, la hija es de ambos, así que la responsabilidad de mantenerla también y según Cairo, a su hija, sí que le han faltado y le faltan cosas. «El año pasado no pude pagar varios meses de colegio y este año para matricularla he tenido que pedir que la dejasen inscribir y prorratear la deuda porque tampoco la podía cancelar; tampoco puedo comprarle todo lo que le hace falta».

Según declaró a RPP Raúl Canelo, especialista en Derecho Civil, Derecho Procesal y Derecho de Familia «la indolencia del sistema de administración de justicia en este tema da como resultado que ocho de cada 10 jueces en el país otorguen una pensión de alimentos a las madres demandantes que no superan los 500 soles, monto que no cubre las necesidades básicas de los menores».

«Muchos días tengo que llevar a mi hija caminando al colegio (media hora a pie) porque no tengo ni para pagar los pasajes y también hay libros y material escolar que aún no le he podido comprar», asegura Ericka apenada.

Mal pagador y abusador

Andonayre también tendría un historial de abusos, según Cairo, cuando ella estaba embarazada, él intentó violar a su hermana. «De no haber sido porque me metí y defendí a mi hermana, él la hubiese violado, además sé que tiene otra denuncia por otro intento de violación». La denuncia de la hermana de Ericka fue archivada porque la familia le aconsejó que no se metiera en problemas.

TeleoLeo.com habló con Ericka Cairo para saber todos los detalles de su caso.

Otra relación, otra mujer maltratada y otra hija sin paga

«Nunca ha dado un sol para nuestra hija y encima quiere que volvamos, él cree que no recuerdo que intentó matarme dos veces». Cuando Andonayre conoció a Claudia, en 2007, ya era pareja de Ericka, pero ella no lo sabía. «Trabajábamos juntos, a los pocos meses de salir, me enteré que tenía una hija, la mayor, con otra mujer que no era Ericka, pero como yo también tenía un hijo pues pensé que así nos entenderíamos más».

Luego, por mensajes encontrados en su celular, Claudia se enteró que no era la única mujer en la vida de Andonayre. «Supe que estaba conmigo y con dos mujeres más al mismo tiempo, con Ericka y Jeanette, la madre de su hija mayor, quien me llamaba y me decía que yo era la otra, que él era su pareja; y él es tan manipulador que hacía que las mujeres pensaramos y dijéramos lo que él quería y que hasta rivalizáramos entre nosotras por su culpa», afirma Claudia.

Según Claudia, las otras dos mujeres lo dejaron y ella continúo con él hasta 2014. «Aparentemente todo iba bien, él quería que tuviéramos un hijo, quería que nos casaramos, me compro el anillo de compromiso y yo, como lo quería y como siempre, confiaba en él, pero él seguía haciendo de las suyas, luego me enteré que alquilaba cuartos por Los Olivos -distrito de Lima- y allí hacía lo que quería con otras mujeres».

Golpes por celos

A  los 3 años de estar juntos Claudia y pareja alquilaron un minidepartamento para poder verse, y según ella se hacía cargo de la mayoría de los gastos porque él le decía que no podía, pero, además, estaban sus celos enfermizos. «No salíamos mucho porque él era muy celoso, una vez, en una reunión, me sacó a la calle y me dio una cachetada por hablar con un amigo, así que terminé con él, se cortó las venas; su madre me llamó, me pidió que le diera una oportunidad y le hice caso, pero fue un error».

Sin embargo, Jorge Eduardo Andonayre no cambió.«Yo veía que le llegaban mensajes de mujeres a su teléfono, él me decía que eran compañeras de trabajo y yo le creía, y fui buena con él, cuando necesitaba dinero yo le daba, le compraba cosas porque éramos pareja, pero a los 5 años de estar juntos los problemas y los celos aumentaron, yo ya no sabía qué hacer porque, además, no le daba motivo».

«Aprendí a suplicar por mi vida»

Claudia explica que él le volvió a pegar, pero esta vez no fue sólo una cachetada. «Me sacó de una fiesta porque yo estaba bailando y discutimos, me comenzó a golpear en plena calle, me pateaba, me daba puñetazos, fue la primera vez que aprendí a suplicar por mi vida, para que no me mate, porque si seguía me iba a matar, y le dije que sí, que él tenía razón que no debía haber reído con mi amigo, sólo así se calmó y dejó de golpearme».

Y como suelen hacer los abusadores, Jorge le dijo a Claudia que todo lo que le hacía era porque la quería y «porque él no podía permitir que ella lo dejase y tenía que  arreglar las cosas». Luego de la golpiza, era de madrugada, y como no tenía dónde ir, ella se fue al minidepartamento que alquilaban con su maltratador, le dijo que todo estaba bien, que la única culpable era ella, que no debió hablar, que no debió sonreír, que no debió bailar. Sobrevivir era más importante que la verdad.

«Al día siguiente me fui a trabajar toda desfigurada, fue la peor experiencia de mi vida sentía amor y odio. A mí, mi padre nunca me puso un dedo encima y él, mi pareja, sí. Ver mi cara y mi cuerpo lleno de golpes y amoratado fue horrible, pero no pensaba en dejarlo porque mi hijo se llevaba bien con él y porque no quería que mi familia pensase que había vuelto a fracasar» —confiesa Claudia.

Claudia dice que su relación se volvió tóxica, los celos enfermizos de él, las discusiones constantes, sus golpes y ella contestándolos cuando podía. «Yo sabía que todo estaba mal, pero no sabía qué hacer. Cuando cumplimos 6 años de relación él hizo todos los trámites para casarnos, pero yo intuía que eso no iría bien y menos mal que no nos casamos porque si me hubiese ido a vivir sola con él, me mataba, ya lo había intentado una vez».

Una de las cosas que permitió que el maltrato fuera en avance fue el silencio de Claudia, ella dice que no le contó a nadie lo que él le hacía, excepto a una amiga, asegura que al día de hoy su familia cree que la relación terminó por los celos de él, pero no están enterados ni de las infidelidades ni de las palizas que sufrió. «Y llegó el día en que salí embarazada, él dijo que cambiaría, y aunque estuvo presente durante el embarazo seguía viendo a otras mujeres». 

«Debido a todos los mensajes y pruebas que encontraba yo sabía que estaba con otras —asegura Claudia— un día discutimos por eso, él se molestó mucho y no le importó que yo estuviese embarazada igual me pateó, menos mal que eso no afectó a mi hija». 

Con esta nueva golpiza Claudia volvió a romper la relación, pero luego él volvió y ella lo volvió a perdonar. «La bebé nació y un día me llamó una mujer y me dijo que era su pareja, como él estaba allí puse el teléfono en altavoz, le pedí a ella que repitiera lo que me había dicho para que él escuchase y volví a terminar con él, y aunque estábamos en la calle, me jaloneó, como siempre, y me zarandeó, pero igual terminé con él». 

Ruptura

Claudia cree que esa llamada era el empujón que necesitaba para tomar una decisión, pero él no se resignó. «Me siguió buscando y comenzaron las amenazas: ‘Tú no me vas a dejar, no vas a estar con nadie porque te meto un tiro. Una vez me siguió, me cogió del cuello, me estrelló contra una pared y me comenzó a ahorcar, luego me soltó, me beso, le seguí la corriente, le dije que volvería con él». 

«Yo soy profesional y ver que te destruyen el orgullo, tu dignidad, tu ego, tus logros, que te maltratan, que te hagan ver que no vales nada y que te hagan vivir con la sensación de que te pueden hacer lo que quieran contigo es terrible. Yo he vivido por mucho tiempo con miedo, miedo a que mi hijo vea las fotos que colgó de mi, miedo a que me haga algo en la calle, miedo a ir a trabajar, miedo a todo. No le deseo esto a nadie».

Y volvieron, pero ella ya no quería estar en esa relación y volvió a terminarla, pero él siguió sin conformarse. «Me enviaba  mensajes diciéndome que sabía donde estaba y con quien, hasta me decía la ropa que llevaba puesta», pero ella no volvía a él, así que al ver que intimidarla no daba resultado, la expusó. «Se creó una cuenta de Facebook, colgó las fotos íntimas que algún día nos hicimos e invitó a mis amigos y compañeros de trabajo para que me vieran.

Denuncias

Claudia ya no podía ni ir a trabajar, se sentía observada y criticada por las fotos y en ese momento, finales de 2016, decidió denunciar a Jorge Eduardo Andonayre por violencia física y maltrato psicológico. «Presenté fotos con los moretones que me hizo la primera vez que intentó matarme, en 2014, pero no las aceptaron». Esta era la segunda vez que ella denunciaba a Andonayre, en 2010 ya lo había hecho, pero nunca lo notificaron.

 

«En la pericia psicológica salió que tenía un alto grado de pánico, yo no podía ni caminar en la calle, viví un infierno. Tarde como dos años en recuperarme y durante todo ese tiempo Jorge me acosó y me envió amenazas, fue horrible porque, además, nunca compartí nada de esto con nadie, mi familia aún cree que nos separamos por sus celos excesivos, pero nada más». 

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Debido al resultado de la esta denuncia, la justicia otorgó medidas de protección para Claudia.

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«No paga ni nunca ha pagado la pensión»

Desde 2014 Claudia no deja que Andonayre vea a su hija. «Él no está bien de la cabeza y yo no voy a permitir que se acerque a ella, él me ha querido matar dos veces no puede estar preparado para ver a mi hija, además, hasta ahora no abona nada para su manutención, en 2017 le inicié un proceso de alimentos, he presentado la liquidación de lo que debe al juzgado, pero nada, no paga».

En 2018, durante el juicio de alimentos, Claudia se enteró que Andonayre tenía otras 4 hijas y que, por lo menos, a la que tiene con Ericka Cairo, tampoco le paga la pensión y por eso ella también lo ha llevado a juicio. «El vive su vida feliz con su nueva pareja y no le interesan sus hijas, ha vuelto a  pedirme que volvamos, obvio le he dicho que no, además, ahora estoy con un buen hombre, pero él dice que no importa, que no estoy casada y que si quiero dinero para mi hija él me lo da pero en persona».

Redam

En 2007, el gobierno peruano creó el Redam, Registro de Deudores Alimentarios Morosos para consignar a los deudores de alimentos. Mensualmente, el Poder Judicial traslada a la Superintendencia de Banca, Seguros y Administradoras Privadas de Fondos de Pensiones (SBS) la lista actualizada de los deudores para que quede registrada en la central de riesgos de esta institución, lo cual limita el acceso al crédito de los morosos.

Recién en 2019, el gobierno aprobó el reglamento de la ley que creó el Redam y en el se establecen varios mecanismos para luchar contra el impago de las pensiones de alimentos, entre ellas, que el Ministerio de Trabajo, a pedido del Órgano de Gobierno del Poder Judicial remita, en un plazo de 5 días, la planilla de los contratos laborales de los deudores de alimentos para dar esta información a los juzgados pertinentes y tomar las medidas para obligar el pago de la deuda.

Registros Públicos, también a pedido del Órgano de Gobierno del Poder Judicial y en el mismo plazo anterior, remitirá la lista de bienes inmuebles o muebles registrados a nombre de los deudores, para que los Juzgados correspondientes procedan conforme a sus atribuciones. Por su parte, los deudores alimentarios que quieran trabajar para el estado deberán acreditar el pago de su deuda o autorizar el descuento de la misma a través de planilla.

Quienes suscriban un contrato con el Estado, sea cual fuera la modalidad contractual sea laboral o civil, deben firmar una declaración jurada en la que se señale si se encuentran o no inscritos en el REDAM. Las empresas del sector privado también deberán revisar semestralmente en este registro si sus trabajadores tienen deudas de alimentos y deberán ‘invitarlos’ a pagarla mediante el descuento mensual respectivo.

Y la ley es muy bonita y colaboradora con el sistema de justicia para combatir la insana y perjudicial costumbre de no pagar las pensiones alimenticias, pero para figurar en el Redam, hace falta una sentencia judicial que reconozca la calidad de deudor del progenitor moroso y aquí es donde fallan las cosas, pues el Poder Judicial se toma con mucha calma la resolución de estos casos.

Tanto Ericka como Claudia interpusieron sendas demandas de alimentos entre 2016 y 2017, han pasado tres y dos años, y Jorge Eduardo Andonayre aún no aparece en el Redam porque no hay sentencia alguna emitida en su contra, y ya se sabe que «justicia que tarda, no es justicia».

Tener hijos es una responsabilidad, no se puede ir fecundando a diestra y siniestra y luego dejar niñas y niños tirados sin hacerse cargo de sustento y crianza. No hay excusa para no cuidar de nuestros hijos, no hay excusa para dejarlos en la estacada porque ellos son pequeños, no pueden cuidar de sí mismo y, sobre todo, porque no han pedido venir al mundo y ya que engendramos a nuestras ‘bendiciones’ pues asumamos su cuidado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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