México posee el terrible galardón de ser el primer país del mundo en abuso sexual a niñas y niños. Lorena es una de esas niñas. Años después e intentando sanar, explica su historia a teleoLeo.com (Ilustración: El Espectador)
TeleoLeo.com también ha podido hablar con otra de las hermanas abusadas de Lorena. Su testimonio será motivo de una segunda entrega del drama vivido por las hijas de esta familia.
Peligro en casa
“No sólo yo fui violada por el perro de mi papá, somos 4 hermanas y a todas nos hizo lo mismo, durante años. Una de nosotras quedó embarazada y su hijo fue criado como un hermano más. Mi tío, el hermano de mi padre, también nos violó”.
Lorena es una mujer mexicana con un historial de abusos, prostitución y adicción a las drogas, ella no tuvo una buena infancia, es más, tuvo la peor de las infancias, una que comparten muchas niñas y niños, una en la que su propio hogar es el lugar más peligroso y terrible del mundo.
Según una investigación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cada año, en México, 4,5 millones de niñas y niños sufren abuso sexual. La investigación también revela que siete de cada 100 adultos mexicanos han sido víctimas de abuso sexual durante la infancia.
Abandono
Lorena explica que su madre salía cada día a las 6 de la mañana para trabajar y no volvía hasta entrada la noche, y su padre aprovechaba eso para hacer lo que quería con ellas. «Mi madre se iba con sus amantes y él en venganza abusaba de nosotras».
«Un día, él comenzó a tocarme —qué me haces —le dije, —soy tu hija; —cállate —dijo él; me jalo del cabello y siguió haciéndome lo que quiso, —tú y tus hermanas van a pagar todo lo que me hace tu madre, me decía y no me soltaba. Yo tenía solo 7 años».
El padre de Lorena comenzó a abusar de ella a los 7 años de edad, sus otras hijas tenían 9, 6 y 5, a ellas también las violaba. La menor no aguantó el dolor y su mente se quedó en el tiempo. «Ella no nació así, era normal, todo es culpa de mi padre» ─dice Lorena.
Lorena era abusada por su padre a cualquier hora del día o de la noche, él sólo esperaba que la madre no estuviese para hacer lo que quería con ella y sus hermanas. «Una noche que llovía sentí que me agarraron la vagina, desperté y vi que era él y me dijo bajito —no digas nada o te pego».
La niña no quería ser tocada por su padre, la hacía sentir sucia, sensación de la que aún no se libera. «Él hacía lo que quería y lo siguió haciendo una y otra vez; ahora me siento sucia, tanto que he sido incapaz de contarle mi esposo todo lo que viví de pequeña».
El día que nunca olvidará
“Un día, mi padre me despertó, me levante enseguida para que no me pegase, era oscuro; ─acuéstate conmigo ─me dijo, quise correr, pero me agarro del cabello ─si dices algo te mato a golpes ─dijo, y me dejé. Llore en voz baja. Me daba asco todo lo que me estaba haciendo”.
Lorena aún no es capaz de borrar aquel día de su cabeza. “Nunca podre olvidar ese día, marcó para siempre mi vida y fue el inicio de 6 años en los que mi padre me violó, me penetraba y me dolía mucho, yo lloraba y él disfrutaba. Era un perro de verdad”.
Cuando Lorena fue violada por su padre, su hermana mayor ya había pasado por lo mismo. «Yo fui la segunda, luego abusó de las más pequeñas, nos turnaba el desgraciado, a mí me lo hacía un día, otro día a otra, durante años. Yo no dormía por miedo a que me tocase».
“Ustedes lo provocan”
Luego de unos años, cuando Lorena y sus hermanas encontraron valor, le explicaron a su madre los abusos sufridos. «Mi mamá siempre nos culpó de todo, según ella, mi padre nos violó, una y otra vez, porque nos gustaba: ─’Ustedes lo provocan’ —nos dijo».
La reacción de la madre de Lorena recuerda al discurso del ex arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani: «Hay abortos de niñas, no porque hayan abusado de ellas, muchas veces es porque la mujer se pone en un escaparate, provocando». Como siempre la víctima, revictimizada.
«Callamos no porque nos gustaba lo que nos hacía, nos tenía amenazadas —si hablan las mato ─decía». Que la madre de Lorena justificase el abuso que sufrían ella y sus hermanas fue lo más nefasto para la niña y la mujer que es hoy, en pelea constante con sus adicciones.
«Ella siempre nos pegaba con alambres de luz y nos dejaba todas marcadas y adoloridas». Según Lorena, además de las amenazas del padre, las niñas temían el maltrato de su madre, por eso demoraron en contarle el abuso del que eran objeto.
«Luego que mi madre supo que éramos violadas por mi padre, nunca le reclamó, ni lo denunció. Ella siguió durmiendo con él y no le dijo nada, es más, hasta él se burlaba de nosotras porque mi mamá no nos hacía caso, yo no aguantaba, y otra de mis hermanas tampoco».
Huyendo del horror
El abuso reiterado hacía que Lorena y una de sus hermanas escapasen frecuentemente y durmiesen en autos abandonados. «Nos íbamos 6, 7 días y cuando volvíamos, porque al vernos solas la gente nos quería llevar a la policía, mi madre nos recibía con golpes».
Lorena fue violada por su padre hasta de los 7 a los 13 años de edad, momento en el que conoció al padre de sus 3 primeros hijos y, sin saber que clase de persona era, se fue con él para liberarse del peligro que vivía en casa; pero, huyendo de su realidad, encontró más sufrimiento.
Prostitución y drogas
«Yo crecí en la calle, dormía en autos abandonados, igual que una de mis hermanas, cuando nos cansábamos de lo que nos hacía mi padre, nos íbamos de casa y dormíamos donde podíamos, después de unos días volvíamos, hasta que no volví porque conocí a ese hombre».
En cuanto conoció al que fue el padre de sus hijos, se fue con él, sin más. «Huí de casa con él, sin saber qué clase de persona era; sólo quería un lugar donde vivir. A su lado sufrí golpes, engaños, pero lo soporté todo, prefería eso a volver a vivir con mis padres».
El hombre con el que se fue Lorena la prostituyo en cuanto pudo. «Me enviaba a cantinas en Juarez, me hacía bailar con hombres mayores, si no hacía lo que me decía, me pegaba; yo era muy chica, no conocía a nadie en esa ciudad, así que tenía que hacer lo que él ordenase».
De los 13 a los 16 años de edad Lorena fue prostituida por su pareja, a los 15 años comenzó a consumir drogas. «La madre de mi ex pareja me hizo papeles falsos para llevarme de cantina en cantina y comenzó darme drogas para prostituirme porque yo no soportaba a los hombres».
Además de tener que soportar que comerciarán con su cuerpo, Lorena tuvo que aguantar la infidelidad de su pareja. «Él me pegaba todo el tiempo y metía mujeres en la casa, a mí me echaba fuera para tener relaciones con ellas; no importaba si hacía mucho frío, o no, igual me echaba».
Cuando Lorena no pudo más, volvió a su pueblo, en Chihuahua. «Dejé a ese hombre y me fui con mis hijos, el mayor tenía 5 años. Alquilé un cuartito y me dediqué a la ‘vida fácil’, seguí yendo a cantinas y comencé con la cocaína y a alcoholizarme todo el día, sólo así soportaba todo».
Además de la cocaína, Lorena comenzó con la metanfetamina y eso fue su perdición durante varios años. Años en los que tuvo 6 hijos, ahora hasta es abuela. «Sólo vivo con mis dos hijas adolescentes y hasta hace poco consumía cristal (metanfetamina) de noche, cuando no me veían».
Intentó de suicidio
«Hace 2 años 6 meses murió mi hijo, tenia 22 años, se ahorcó, tenía esquizofrenia, se la detectaron después que ser testigo de una balacera, decía que lo iban a matar, escuchaba voces que le decían que matase a sus hermanos. Ahora vivo muerta en vida».
Un año después de la muerte de su hijo, Lorena se quiso matar. «Me tomé 100 pastillas, pero tengo una misión que cumplir, cuidar a mis hijos y Dios no me dejó morir. Mi segundo hijo tuvo cáncer y se curó, luego estuvo preso en California porque intentar entrar a Estados Unidos».
Desintoxicación
Meses después de las primeras conversaciones con Lorena, ella dijo a teleoLeo.com que había dejado de consumir drogas. «Ahora estoy en tratamiento, me quiero curar, por mi familia, porque ellos me necesitan, porque tengo que estar bien por ellos y por mí».
Lo vívido sumado a la falta de protección y amor mientras crecía, hicieron que Lorena se aferrase al consumo de sustancias como la metanfetamina. «Estuve enganchada mucho tiempo, me ha costado dejarla, estoy en tratamiento y no es fácil, pero lo sigo intentando».
Al inicio de nuestras conversaciones, Lorena sufría de intensos dolores en el cuerpo y eso no es extraño, un gran porcentaje de mujeres abusadas de pequeñas, somatizan el mal que les hicieron y de adultas padecen de fibromialgia o de dolor crónico.
Ella dice que con el tratamiento para las drogas, el dolor ha desaparecido, sin embargo, esto podría deberse a que ahora la medican con alprazolam y clonazepam, ambos fármacos potentes ansiolíticos, sedantes, hipnóticos y estabilizadoras del estado de ánimo.
Sufro de depresión y ansiedad, me puedo pasar días durmiendo, me siento muy cansada siempre, además me duele todo el cuerpo y tengo la presión alta, dijo Lorena a teleoLeo.com meses antes de someterse al tratamiento para desintoxicarse.
Raíz podrida
La madre de Lorena no sólo no la protegió cuando era pequeña, además la siguió maltratando de adulta. «Mi madre no me quiere, les habla mal de mí a mis hijos. Yo vendo ropa en casa y si quienes vienen a comprar se equivocan y tocan su puerta, ella les dice que no me conoce».
Según Lorena su madre nunca cuido de ellas. «Mi madre siempre ha estado con hombres, ahora se hace la decente. Nos dejaba a mis hermanas y a mí solas en la calle mientras ella estaba con alguno y hacía que le dijéramos a mi papá que nos había llevado al médico o a cualquier sitio».
«Una vez, una de tantas, mi madre me maldijo porque le recordé que cuando era niña la vi abrazada a un hombre -ella siempre iba con muchos hombres- y su pareja le reclamó, mi padre se enteró y le pegó».
Una vez Lorena le dijo a su madre que anhelaba su atención. «Le dije cuanto deseaba un abrazo, un consejo de madre, riéndose de mí me contestó: De cuál si no tienes, eres adoptada, pero no es cierto porque soy igual que mi padre».
A pesar de todo, Lorena dice haber perdonado a su madre. «Hubo una oración de sanación en mi casa, estaba mi madre y dijeron es momento de perdonar, y yo que por esos días no le hablaba a mi madre porque había maldecido a mis hijas, corrí y la abracé».
Ella se siente aliviada porque se ha desecho de un lastre. «Logré quitarme esa carga, esa cruz que llevaba a la espalda, el odio desapareció, no sé cómo. No he olvidado todo lo que permitió que me hicieran, pero la perdono».
Sin embargo y a pesar de quebrarse -una vez más- a pesar de haberla perdonado y abrazado, su madre no cambia. «Nunca me ha querido, nunca me ha perdonado que yo le reclamase el estar con hombres y se lo dijese a mi padre. Yo sólo le pido a Dios que me la cuide».