Escrito por: Leonor Pérez-Durand
En Imperio Tahuantinsuyo, asentamiento humano del distrito de Independencia, en Lima, viven 60 personas, la mitad niños, y han estado sin agua casi una semana. La olla común que les permitía tener, por lo menos, dos comidas al día tuvo que dejar de cocinar. Tampoco podían asearse, ni lavarse las manos tantas veces como lo piden las normas anti COVID, tal y como se llenan la boca en promocionar desde las instituciones y medios de comunicación estatales.
Tenían 1.100 litros de agua al mes para todo el asentamiento, se las daba Jesús de Nazareth, asentamiento humano vecino ubicado en la parte baja de las tierras que ocupan hace 6 años. Acaba de morir el presidente del asentamiento y el nuevo, el recién nombrado, les ha cortado el suministro. «No podemos cocinar, ni bañar a los niños, ni lavar ropa y estamos en verano. Según los de Jesús de Nazareth a ellos les costó mucho trabajo tener agua y luz y que nosotros queremos todo fácil».
Yulissa Lavado, presidenta de la Olla Común de Imperio Tahuantinsuyo habló con teleoLeo.com para denunciar la gravedad de la situación que han debido afrontar por la falta de agua, sin embargo, la conversación se extendió pues volcó todos los agravios y carencias con la que ella y sus vecinos conviven. «No tenemos agua, no tenemos luz, vivimos así desde que llegamos a este lugar y no estamos aquí por gusto, estamos aquí porque necesitamos un lugar para vivir».

Comencemos con el agua…
«Vivimos en esta zona hace 6 años y teníamos agua por un acuerdo con la asociación Jesús de Nazareth, ellos nos daban agua pagando 20 soles al mes por familia y la limpieza del tanque de agua. También le dan agua a Hijos de Nazareth, asentamiento que está sobre nosotros, ellos también se han quedado sin agua y esto es muy preocupante, sobre todo, ahora, en plena pandemia y en pleno verano», afirma Yulissa Lavado.
Según la dirigenta, luego del corte de agua se han dirigido al alcalde de independencia, Yuri Pando, para que les lleven cisternas. Aún no tienen una respuesta formal. «Nos dijeron que posiblemente nos subirían una cisterna con 5.000 litros, pero tampoco sabemos si podrán hacerlo porque es una subida empinada, además el paso es por Jesús de Nazareth y ellos no quieren dejar pasar la cisterna porque dice que les malograría su camino y sus postes de luz».

Quien no llora no mama
Recién este sábado y domingo, y luego de coordinaciones con la municipalidad de Independencia, los dirigentes de Imperio Tahuantinsuyo, han logrado que Sedapal (Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima) les lleve 2 cisternas de agua con 10 mil litros cada una para ir abasteciendo a las familias. Hasta el momento 8 familias han recibido cada una 2.500 litros de agua, cuando antes, al mes, tenían 1.100 litros mensuales para las 28 familias que integran este asentamiento humano.
«Sedapal nos ha dicho que nos traerán agua hasta que sea necesario. Este domingo hablaremos con la asociación Jesús de Nazareth para ver si nos volverán a proporcionar agua. También nos han recomendado que pidamos un pilón para que todos podamos abastecernos, sin embargo, el problema es que SEDAPAL nos pide planos y documentos que no tenemos y que debido a la pandemia tampoco se han podido tramitar» ─dice Yulissa Lavado.
Sigamos con la luz…
Otra de las carencias que tienen es la falta de luz y aquí también dependen de Jesús de Nazareth pues acceden a la red eléctrica a través de conexiones ilegales con tratos hechos de familia a familia. «Cada familia de Imperio Tahuantinsuyo puede pagar desde 100 hasta 50 soles por tener luz y tenemos que hacerlo porque es necesario, pero más este año que las clases han sido por televisión, el gobierno dice que los niños pueden seguir estudiando, pero sin luz no pueden».

Y las clases a distancia durante la pandemia también han significado mayores problemas para los ciudadanos más vulnerables. Según Unicef, alrededor de 3,3 millones de peruanos cayeron en pobreza en 2020; de ellos, 1,2 millones son niños y adolescentes que viven con sólo 1.9 dólares al día. Son estos niños, sumados a los 2,9 millones, que sobrevivían en condiciones de vulnerabilidad en 2019, a los que el Estado ha pretendido educar a distancia durante la pandemia.
«El gobierno decía, quédense en casa para no contagiarse, y eso nos ha empobrecido más. No hemos podido trabajar y no tenemos ni para comer. También decía que los niños no iban a perder el año escolar porque estudiarían por televisión y no contó con que en muchos no tenemos luz, ni conexión a Internet. Además, en mi caso, por ejemplo, cada semana tenía que imprimir 52 páginas para mi hijito que cursa quinto de primaria y 35 para el que iba a inicial, y por aquí me cobran 1 sol por cada hoja. Es demasiado, no podemos más».

No olvidemos la comida…
Según el registro de la Red de Ollas de Lima Metropolitana, hasta la fecha se ha logrado empadronar a 1200 ollas comunes, si bien es cierto, la pandemia ha impedido el registro de muchas, ha permitido la proliferación de otras tantas. «Hasta finales de mayo vivimos de ahorros, pero en junio ya no teníamos nada y creamos nuestra olla común, las madres íbamos a pedir cosas para cocinar a casas y mercados, y con eso nos preparábamos desayuno y almuerzo».
En octubre de 2020 a través del programa Qali Warma, que antes de la pandemia daba desayuno a los escolares que lo necesitaban, el gobierno repartió alimentos en las zonas más empobrecidas. «Básicamente nos dieron menestras y arroz, y nosotras con lo que cobramos a cada familia, 3 soles, por desayuno y almuerzo, compramos el pollo o algo de carne. Pero eso fue en octubre, ya se acabó. En diciembre nos volvieron a dar, pero igual ya se está acabando todo».
TeleoLeo.com recogió el testimonio de Yulissa Lavado sobre el urgente problema de no tener agua corriente. También hablamos de los demás problemas que aquejan a su comunidad y que se han visto exponencialmente agravados por la pandemia.
Ollas comunes sin presupuesto
A finales del 2020, el Congreso del Perú aprobó el proyecto de Ley 3803 reconociendo las ollas comunes como organizaciones sociales de base durante la emergencia sanitaria. Así, el Estado, a través de municipios y gobierno regionales debía subvencionar a estas organizaciones, sin embargo, el presidente Francisco Sagasti y su presidenta del Consejo de Ministros, Violeta Bermúdez, en carta enviada a la presidenta del Congreso, observaron la ley por «innecesaria».
Según decían en la carta, no es necesario crear una ley para que municipalidades y gobierno regionales den apoyo alimentario, «eso es función del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS)». Sin embargo, según la propia Yulissa Lavado, desde el inicio de la pandemia, el MIDIS sólo les ha aentregado alimentos una vez. Si bien es cierto, el MIDIS otorgó bonos a las familias más vulnerables, estos fueron sólo 2, de 380 soles cada uno, menos de 100 dólares; y no todas las familias vulnerables han sido beneficiarías.

Según aseguró la presidenta de la Red Ollas Comunes, Fortunata Palomino, a teleoLeo.com: «Las mujeres que están en la primera linea han brindando alimentos a la comunidad mediante las ollas comunes no existen para el gobierno. La pobreza no lo hemos creado nosotras. El gobierno nos obligó al aislamiento social de muchas familias que vivían con lo que ganaban al día y ahora perdieron sus trabajos, de donde van a comer si no hay presupuesto».
Fortunata Palomino, defiende un presupuesto para atender la emergencia alimentaria que sólo en Lima Metropolitana enfrentan alrededor de 120 mil familias. Exige, además, el registro de las ollas existentes y se las incorpore como parte de las estrategias del Programa Hambre Cero: objetivo de la agenda de Desarrollo Sostenible del 2030, que pretende acabar con la desnutrición y las carencias alimenticias de los más vulnerables.
En Perú 1 de 4 niños pasa hambre, frío y vive sin servicios de agua y luz. En Perú antes de la pandemia el 70% de la Población Económicamente Activa era informal. Luego de la pandemia, del 30% restante o sea, el total de PEA con trabajo formal, sólo ha mantenido el empleo el 45%. «La pandemia de la COVID–19 constituye la mayor crisis económica y sanitaria que el Perú ha enfrentado en su época moderna», asegura un informe de UNICEF.
Por eso, si el gobierno sigue sin calibrar bien la situación, los peruanos no sólo morirán de COVID, también de hambre y de sed; pero sobre todo, de injusticia en el reparto de bienes y de falta de planificación. Ya no importa quien nos gobierne, ni la derecha, ni la izquierda progresista son permeables a las necesidades del pueblo. La vacuna que necesitamos no sólo es la del COVID, también requerimos fuertes dosis de efectividad, empatía y deseo del bien común.