Escrito por: Leonor Pérez-Durand/ Foto: Siara Horna/
Gloria Basilio es una esas mujeres. TeleoLeo.com ha recogido su testimonio en vídeo y el de otras víctimas de esta brutal política ejecutada en Perú entre 1996 y el 2001
«No puedo, no puedo -les dije. No quiero hacer esto, tengo un niño de 8 meses que cuidar, si me enfermo no podré. Disculpame doctor -le dije. «Es un cortecito chiquito» -contestó. Dos enfermeras me llevaron a la sala de operaciones, me amarraron las manos y los pies a la camilla y empezaron a cortarme, yo sentí todo, un dolor inmenso y veía mi sangre que iba al piso y el doctor dijo, «ay olvide de poner la anestesia»».

En 1996 el Ejecutivo peruano al mando de Alberto Fujimori implementó un Programa Nacional de Planificación Familiar y Salud Sexual y Reproductiva y en el preámbulo ya señalaba que se pretendía reducir la pobreza a través del control de la natalidad y que esta política estaba dirigida a «las familias de más bajos ingresos y con menor nivel educativo» para que accedan a los mismos métodos que las personas con mayores recursos.
Y mientras en el programa se habla de «informar», en la práctica, las mujeres esterilizadas no fueron informadas del procedimiento, que en muchos casos se les practicó aprovechando cuando iban a dar a luz. A otras se las coaccionó, amenazándolas, incluso, con denunciarlas, si no se dejaban intervenir. Y para mejor «vender» su política eugenésica y aporofóbica, Alberto Fujimori la asoció al empoderamiento de la mujer y con toda alevosía la anunció al mundo durante la IV Conferencia de la Mujer realizada en Bejijin, China.

Gloria, esterilizada por el Estado, abusada por su pareja
Gloria fue una de las mujeres coaccionada. «A mi casa vinieron dos enfermeras más de 4 veces. Me preguntaron cuántos hijos tenía, les dije que 3, me dijeron que ya no podía tener más, que la gente en el campo se llenaba de hijos y que Fujimori iba a privatizarlo todo y no podríamos pagar ni educación, ni salud; me preguntaron en qué trabajábamos mi pareja y yo, les dije que en el campo. Me dijeron que me podía ligar y en el futuro, si yo quería, me podían desatar; yo no sabía que me iban a esterilizar, que nunca más iba a poder tener hijos».
También le dijeron que esta era una política del gobierno de Fujimori para disminuir la pobreza en el campo «Yo pensé que tal vez sí que debía hacer lo que me decían las enfermeras, porque si Fujimori privatizaba todo mi pareja y yo no podríamos solventar los gastos de la familia. Yo quizás fui muy sumisa, porque vivía en el campo, no sabía nada, pero igual les dije a las enfermeras que no podía decidir operarme porque mi pareja estaba de viaje». Ninguno de los reparos expuestos por Gloria sirvieron, le dijeron que en 24 horas la irían a buscar.
«A las 2 de la tarde del día siguiente me recogió una enfermera de mi casa, en una camioneta doble cabina, me llevó a la posta médica del pueblo, había muchas mujeres; nos llevaron al hospital de la Unión, de la provincia de Dos de mayo en Huánuco. Tres horas viajamos, al llegar una señorita y un doctor me mandaron a ducharme y a ponerme una bata, no me dijeron nada, no me explicaron nada, ni siquiera me preguntaron si me quería esterilizar, o no. Nada».
Gloria dice que tras la operación una enfermera la despertó golpeándola en la cara y que al día siguiente tal como la habían llevado a ella y a las otras mujeres, las devolvieron a la posta de su pueblo. «Con nuestra herida sin cicatrizar y adoloridas tuvimos que volver a nuestras casas, caminando». Para Gloria hay imágenes y sensaciones que no olvida: «Aún recuerdo el serrucho con el que el doctor, que ni siquiera me dijo su nombre, me cortó el abdomen, aún recuerdo el dolor inmenso y él diciendo que había olvidado ponerme anestesia».
También asegura que nunca más volvió a ver a las enfermeras que la obligaron a operarse y que tampoco nunca le dijeron que fuera a algún control para ver si había alguna complicación. Ella y todas las esterilizadas pasaron el postoperatorio como pudieron y encima tuvieron que enfrentarse a la estigmatización y al desprecio de la gente de sus pueblos que les decían que se habían deshecho de la capacidad de parir para «estar con los hombres que quisieran».
Pero las mujeres esterilizadas no sólo se enfrentaron a la estigmatización de sus vecinos, muchas también sufrieron el desprecio de sus parejas. En el mundo rural andino los hijos son fuerza de trabajo y las mujeres son valoradas en tanto que paridoras, quitarles esa capacidad es desvalorizarlas, además en la concepción machista las mujeres que utilizan métodos anticonceptivos lo hacen para poder ser promiscuas sin que sus actos tengan consecuencias.
«Cuando volví a mi casa me sentí muy mal. A los 3 días volvió mi pareja de viaje, le dije que me habían operado, se molestó conmigo, me dijo que lo había hecho porque era una cualquiera que quería andar por ahí libre con otros hombres. Y en lugar de cuidarme abusó de mí, no tuvo piedad, no le importó que yo estaba aún con el vientre abierto y adolorida. Desde allí tenemos problemas, él no me respetó, siguió abusando de mí cuando quería, hasta ahora».
A partir de ese momento la vida en pareja de Gloria se volvió un tormento pero no podía dejar a su pareja porque ya no podía ni trabajar. «Me dejaron muy mal, no podía doblarme para sembrar ni nada, no podía trabajar. Tuve que mudarme con mi familia a Lima para seguir un tratamiento largo, sino hubiese podido morir, como algunas mujeres a las que esterilizaron, pero sigo mal, tengo prolapso y sufro de infecciones de útero constantemente».
Crimen de guerra y lesa humanidad
Según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, entre otros, las esterilizaciones forzadas son crímenes de lesa humanidad: «La violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada u otros abusos sexuales de gravedad comparable.
Así mismo, el Estatuto también tiene a las esterilizaciones forzadas entre los crímenes de guerra: «Cometer actos de violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, embarazo forzado, esterilización forzada y cualquier otra forma de violencia sexual que constituya una violación grave de los Convenios de Ginebra»
Esta práctica con fines eugenésicos impide la reproducción de un grupo étnico o población. En Perú se perpetró contra mujeres pobres, cuasi analfabetas y quechua hablantes que firmaron autorizaciones que no entendían. A lo largo de la historia también esta práctica se ha realizado en pueblos originarios de toda América Latina, contra gitanos y también contras personas con diversidad cognitiva.
Según la sesión virtual de la Comisión Interaméricana de Derechos Humanos (CIHD) realizada en marzo de este año, donde la familia de Celia Ramos expuso su caso, ella es una de las 5 mujeres fallecidas a consecuencia de las esterilizaciones, hay más de 1.307 víctimas por lesiones graves, ellas han llevado sus casos ante la justicia. Por estos días -luego de varios archivos- la fiscalía sustenta su acusación en contra de Fujimori y 3 de sus ministros de Salud: Eduardo Yong, Marino Costa Bauer y Alejandro Aguinaga; además del exdirector de Salud Ulises Aguilar.
Gloria Basilio es sólo una de las 300.000 mil historias de dolor infligido contra mujeres vulnerables durante el gobierno de Fujimori. Ellas eran sólo cifras en planillones que daban cuenta del eufemísticamente llamado plan de salud sexual y reproductiva que en la práctica fue pura eugenesia para acabar con los pobres más invisibles del país, los del Ande. Fujimori quería demostrar que sus políticas acabarían con la pobreza en el Perú y tuvo la genial idea de ir acabando con los pobres.
Gloria Basilio y las mujeres que sobrevivieron a esta brutal política fujimorista, a estos delitos de lesa humanidad considerados crímenes de guerra, esperan justicia, exigen que el Poder Judicial acepte sus casos y abra juicio contra los responsables, ellas no pueden esperar más. Ellas necesitan justicia y reparación para que nunca nadie más dude de su sufrimiento, para que nunca nadie más se atreva a burlarse de ellas, para que nunca a nadie más se le ocurra defender al tirano, a sus secuaces o a sus herederos.
Por todo esto y más #FujimoriNuncaMás
El fujimorismo es un mal que debemos extirpar, por las y los muertos que causó, por las esterilizaciones forzadas, por la cocaína en el avión presidencial, por el dinero de las privatizaciones robado, por poner a las empresas delante de las personas, por la corrupción y contaminación de la política que nos ha dejado un país absolutamente polarizado.
No puede ser que a pesar de tener al jefe de la banda y a su segundo preso, Keiko Fujimori, quien hizo de primera dama de ese gobierno y que se encuentra acusada por pertenencia a banda delincuencial y lavado de activos, con 15 personas testificando en su contra, y para quien la fiscalía pide 30 años de prisión, tenga la oportunidad de ser presidenta del Perú.
No puede ser que por el miedo al comunismo y a la supuesta venezolanización o cubanización de nuestro país, Keiko Fujimori, complice de los crímenes de su padre, por la posición que ocupaba, tenga alguna posibilidad de gobernarnos. Que ya no recordamos su negativa al proyecto de irrigación Chinecas que beneficiará a miles de personas.
«No me interesa así se perjudiquen diez mil, cien mil personas, ese proyecto no va»
Keiko dixit.
Keiko Fujimori, ‘señora corrupción’, es además la señora obstrucción, es la responsable de los 3 presidentes que hemos tenido en los últimos años, a través de su bancada ha sembrado el caos en el Perú, ha infestado con su gente todos los poderes estatales, sólo le queda tomar el Ejecutivo y con ello blindarse, por lo menos, durante 5 años; y ya ha dicho que luego podría venir Kenji, así que tendríamos otros 5 años a Keiko libre en plaza.
Todo depende de nosotras y nosotros, de si nos dejamos dominar por el cuco de comunismo inoculado desde las élites de poder, o de si leemos los planes de gobierno de los candidatos y, por ejemplo, ya que Pedro Castillo dice que consultará al pueblo para la toma de decisiones, nos organizarnos y le ponemos los puntos sobre las íes y desde el pueblo le hacemos una «hoja de ruta», pero esta vez, la buena, la que ponga al pueblo y sus necesidades por delante.
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