«Escape… cuando los miedos te roban la vida», pero no las ganas de vivir [VÍDEO]

Escrito por: Leonor Pérez-Durand

Esta nota es un homenaje a las resilientes, a las mujeres víctimas de violencia de género que, incluso, luego de sufrir trastornos y desórdenes de conducta debido al maltrato sufrido, hacen un ‘atadito’ con todo el dolor, y avanzan, por ellas y por sus hijos. Esta es la historia de J.Hanna Soraly, resumida en un libro muy digerible en el que muchas mujeres, madres migrantes, nos podemos reconocer

La conocí hace más de 30 años, jovencísimas estudiantes de Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Martín de Porres de Lima, universidad donde aprendimos a hacer periodismo con poco, pues aunque era y es una universidad privada, en aquella época, carecía de equipos que pudiesen hacer honor al rimbombante título. Estudiamos juntas en los 90, durante el gobierno de la revelada dictadura de Alberto Fujimori, el hombre que disolvió la democracia en el país.

Jóvenes y privilegiados en el Perú de los casi 90

Era mediados de los 80 y el terrorismo de Sendero Luminoso estaba en la cúspide de la maldad, bombas y atentados habían llegado a una oscura Lima, donde en las universidades del Estado y en algunas como la nuestra, privada, de clase media, algunos hacían proselitismo a favor de la violencia. Sin embargo, nosotras y el grupo de compañer@s que teníamos vivíamos un mundo a parte y nos permitíamos ser vírgenes de participación política, más por protección y cierta dosis de despreocupación.

Y por, eso, por irresponsabilidad juvenil y por ser unos privilegiados clase media, nos dedicábamos a disfrutar de la vida, hablábamos, reíamos, cantábamos trova, organizábamos partidos de fulbito en un campo cercano. Los viernes, escapando de alguna clase, íbamos a comer y beber con muy poco dinero, de más de un restaurante nos votaron por pedir ‘canchita’ como plato principal y, sobre todo, por acabar tirándonosla por la cabeza,alguna vez. Sí éramos bastante desastres, pero buenas personas, siempre.

Pero, fuera de nuestra burbuja la vida seguía, la situación del país se complicaba, la universidad entraba en receso y ella, la Giovi, que trabajaba como secretaria en El Banco de la Vivienda, tomó vacaciones y aprovechó el regalo de un billete de viaje a Europa para visitar a una de sus mejores amigas. Cogió vuelo con toda la familia despidiéndola en el aeropuerto, cual Niño Goyito -personaje del escritor peruano Felipe Pardo y Aliaga- y se embarcó en viaje de un mes que pasó a ser el viaje a su nueva vida.

Viaje sin retorno

Ella emprendió viaje a Suiza, allí la recogió el esposo de una prima para llevarla a su casa en Alemania, luego estuvo en Italia visitando a otras primas y cuando estaba en lo mejor del viaje, sus padres la llamaron por teléfono para decirle que se quede en Europa, que no vuelva, que Fujimori, so pretexto de no tener apoyo en el Congreso, acababa de dar golpe de Estado y que la economía se iba al carajo. Que no volviera hasta que le avisarán.

Ante las perspectivas de permanecer en continente tan lejano, ella debía mantenerse, así que consiguió trabajo como niñera, estuvo un tiempo allí, pero ya había hecho amigos en Alemania y le decían que allá podría estar bien, así que se fue a probar, encontró empleo como camarera en un restaurante y allí conoció a quien después se convirtió en su marido, un italiano a quien ella describe como un tipo guapo que la cautivo desde el primer momento.

Romance peligroso

Comenzaron a salir y las actitudes posesivas de él le parecieron muestras de afecto. Muchas de nosotras, en esa época, fuimos educadas por madres que nos trasmitieron valores de la sociedad machista en la que ellas mismas había crecido y el mito del amor romántico que estaba compuesto, entre otras cosas, por la idea de que «si te celan te aman»; pero claro como nuestra madres no eran tontas, nos decían que habían unos celos buenos, que eran demostración de afecto y otros «enfermizos».

Sin embargo, los celos son los celos y son todos malos, sin embargo, a más de 14 mil kilómetros de distancia de la familia, de la madre, que nos conoce y sabe detectar cuando algo no va bien, ella no pudo reconocer el peligro porque el peligro venía disfrazado de amor. «Él era muy dulce al principio y a pesar que daba señales de lo que en verdad era, fui tonta y no las vi, nunca pensé mal de que me quitase el maquillaje o de que amenazase a un amigo con un cuchillo sólo por hablarme».

Casada con el enemigo

Luego de eso, matrimonio apurado, embarazo deseado, pero pareja infeliz. «Después de casarnos, poco a poco, él se reveló como era. Me humillaba con cada palabra, proyectaba sus frustraciones sobre mí, me fue desdibujando, acabé convirtiéndome en su esclava y sólo pude darme cuenta por mi madre que vino a Alemania a ayudarme cuando tuve a mi hijo». Ella no tardó en reconocer que el rechazo al tacto del hombre que un día deseó, eran proporcional a sus ganas de dejarlo.

Lo que también reconoció Giovi es que no tenía fuerzas para enfrentar un divorcio y decidió engordar, él alguna vez le había dicho que si engordaba tanto como una amiga común, la dejaría y ella creyó que así se salvaba; pero no fue así y tuvo que terminar huyendo con su hijo pequeño en brazos y corrió lo más lejos que pudo de su victimario, pues la amenazaba con quitarle a su hijo. Lo que sigue es una historia de escape, de miedos y líos legales y judiciales para no perder a su pequeño.

Con 55 kg. a los 20, con 120, el peso máximo que alcanzó en su afán de autodestrucción, y con 77 kg. luego de operación de balón gástrico; tema de su segundo libro

Testimonio

TeleoLeo.com, Leonor, la amiga ha conversado con Giovi quien bajo el seudónimo de J. Hanna Soraly, ha publicado su primer libro y en 136, páginas, nos explica la historia de muchas mujeres migrantes que un día se ven atrapadas en una relación de pareja que ya no desean, por abusiva o por lo que sea, y estando fuera de su país necesitan volver con los suyos, con sus raíces y no pueden porque son madres y dejar a un hombre es una cosa, pero dejar a un hijo, es impensable para muchas.

«Escape… cuando los miedos te roban la vida» es, además y sobre todo, un canto a la vida, a la resiliencia, al paso del estado de víctima a mujer empoderada. Giovi es una de las personas más vitales que conozco, amante del mar que le recuerda la Lima que siempre añora, es también estudiante y viajera incansable, es un ser hermoso por dentro y por fuera. Ella ahora afronta lo que venga y ya prepara segundo libro donde explicará cómo se salvó de una terrible obesidad mórbida.

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