Texto y videoentrevista: Leonor Pérez-Durand/
Elena Cadillo es el nombre de esa «niñita» que hoy, casi con 50 años, ya no soporta seguir guardando «el secreto», ese con el que su familia la condenó a vivir casi toda su vida porque nadie le creyó
«Cuando mi papá estaba vivo todo era felicidad. Mi padre era el único que me quería, pero lo perdí cuando tenía 8 años; él le dijo a mi mamá, cuídame a mi Negrita, pero no lo hizo. Yo le dije a mi mamá que ese hombre me hacía cosas, pero nunca me creyó».
«Ese hombre», según ella, es Alejando Anaya Vega, el esposo de su hermana mayor, quien le lleva casi veinte años de diferencia y según denuncia, «ese hombre» la violaba, cada vez que podía. «Yo le decía a mi hermana lo que me hacía su esposo, pero me decía «calla mentirosa», nadie me creía, nadie me hacía caso. Yo era una niña».
«A la muerte de mi padre, mi hermana y su esposo fueron a vivir a mi casa, en Barranca, él era sastre, tenía su taller y a mí me hacían llevarle la comida al mediodía. Cuando yo llegaba él despedía a su empleado cerraba la puerta y me violaba; yo no podía hacer nada, era pequeña y él era un hombre mayor de mi familia» -explica Elena.
Pero Alejando Anaya Vega no sería el único familiar que, según afirma ella, abusaba de esa «Niñita». «Uno de mis hermanos también me violaba y me pegaba y lo hizo hasta cuando yo era una jovencita y trabajaba. Yo volvía tarde porque hacía horas extras para comprarme mis zapatos, cosas que toda chica quiere tener y él me pegaba por eso».
«El secreto» no escuchado
Elena Cadillo, según explica, fue una niña que contó lo que le ocurría, que intentó salvarse, pero nadie le hizo caso: «Yo le expliqué a mi mamá, a mi familia, pero no tenía apoyo ni en el colegio: el profesor nos hacía hacer fila fuera del aula y me hacía entrar sola, me decía que le enseñe la ropa interior, cómo iba a decir nada si en mi casa también me abusaban».
Según Sonia Vaccaro, psicóloga clínica, perito forense y experta en victimología y violencia basada en el género, cuando el abusador es un miembro de la familia, «en la mayoría de casos, se tiende a no creer o a minimizar los hechos», además, «la presión del entorno familiar para evitar la denuncia y la judicialización es muy fuerte».
Vaccaro agrega que en muchas familias denunciar al agresor pasa a considerarse un “tema de familia” que de ser visibilizado «mancilla» a todos, pues «compromete el nombre y el apellido familiar, motivo por el cual se evita dar a conocer el delito». Y eso pasó con Elena Cadillo, ella habló, pero nadie le hizo caso porque era mejor callar que revelar un secreto de «la familia» que atentaba contra el vínculo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada cinco niñas y niños sufre abuso sexual antes de cumplir los 17 años de edad. Según estadísticas del Centro para la Prevención y Control de Enfermedades y del Departamento de Justicia de Estados Unidos, casi dos-terceras partes de los asaltos sexuales son cometidos por alguien conocido por la víctima.
La relación cercana y de confianza con el agresor favorece «el secreto», la no denuncia inmediata y eso es causado por diversos factores:
- La niña o niño abusados por un familiar o un conocido, generalmente, son abordados de manera amable y afectuosa y eso impide que de entrada se reconozcan como víctimas de un ataque.
- La vergüenza: niñas y niños se sienten asqueados y prefieren callarse antes de poner en palabras lo ocurrido
- La culpa: el abuso es visto muchas veces como un castigo, las criaturas creen que se han portado mal y por eso les han hecho algo horrible o creen que de alguna manera ellos han provocado lo que les ha pasado.
- Temen que no les crean. Si el abusador es alguien de la familia o del entorno cercano, alguien querido y respetado por los demás miembros de la familia, la niña o el niño piensan que serán tomados por mentirosos si dicen algo en su contra y callan.
El silencio familiar, cómplice de los abusos sufridos por la «Niñita» de Elena Cadillo, hace que ella sea una de las víctimas de abuso sexual que nunca verá a sus victimarios pagar por su delito. A ella sólo le queda la denuncia pública y recuperar su dignidad a través del reconocimiento de su verdad. Producto de los abusos sufridos ella asegura que intentó quitarse la vida varias veces; por eso habla, para sanar, para calmar a su «Niñita».
Secuelas del abuso
Las víctimas de abuso sexual infantil sufren severas consecuencias a nivel físico y emocional. A continuación un listado de las mismas publicado en el artículo ¨Consecuencias del abuso infantil¨ de la página Guía Infantil, replicado por WorldVision.org, organización de atención a la niñez de República Dominicana.
Secuelas físicas:
- Pérdida de control de enfínteres
- Disminución del apetito
- Trastorno del sueño
Secuelas emocionales:
- Miedo excesivo
- Hiperactividad
- Sensación de culpa
- Vergüenza
- Distracción permanente
- Impulsividad e ira
Según la fundadora de AspaSi, asociación civil española para la sanación y prevención del abusos sexual durante la infancia, Margarita García Marquesa, las secuelas de los abusos sexuales cometidos contra niñas y niños podrían ser mínimas o nulas si recibiesen ayuda adecuada y oportuna. Estudios realizados por esta asociación también señalan las secuelas psicológicas del abuso infantil.
Secuelas psicológicas
- Dolores abdominales sin causas médicas (una forma de somatizar).
- Ataques de ansiedad.
- Baja autoestima.
- Rechazo a su propio cuerpo.
- Dificultad para diferenciar emociones y sensaciones corporales.
- Dificultad para socializar.
- Autolesiones y tendencias suicidas.
Por todo esto: Perú no olvida
En 2018 Perú aprobó la LEY Nº 30838 que modificó el Código Penal y el Código de Ejecución Penal para fortalecer la prevención y sanción de los delitos contra la libertad e indemnidad sexuales y en ella incorporó el artículo 88-A que estipula la Imprescriptibilidad de la pena y de la acción penal de este delito, sin embargo, esto siendo un avance es insuficiente.
La incorporación de este artículo en el Código Penal tiene como antecedente y causa la gran cantidad de violaciones que se comenten en el país y la imposibilidad de muchas víctimas de denunciar en el momento en el que son violentadas; por eso mismo habría hecho un mejor servicio si fuese retroactivo, porque todas las y los afectados merecen justicia y reparación para seguir adelante.
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La «Niñita» de Elena, violada desde los 8 años, «la Niñita que no descansa» no podrá obtener justicia ni reparación. A ella, como a muchas otras personas abusadas sexualmente durante la infancia, sólo le queda explicar su verdad a quien la quiera escuchar y, como dijo en entrevista a teleoLeo.com, advertir a quienes están cerca a sus presuntos violadores para que protejan a sus niñas y no se conviertan en nuevas víctimas.
Pero Elena Cadillo no es sólo la «Niñita» que sufre, que no olvida, también es la mujer que salió adelante, que estudio, que tiene una carrera, que formó una familia, que tiene la buena vida que se puede permitir. Ella es una sobreviviente, una resiliente, una mujer que se ha puesto de pie sobre su dolor y sigue en la brega sostenida por el amor de sus hijos.
