Cisnes con las alas rotas: maltrato y abuso en la danza clásica

Baja autoestima, alienación personal, desconfianza interpersonal, miedo a madurar, anorexia, bulimia y dismorfia corporal, son trastornos que muchas bailarinas desarrollan a causa de la humillación y vejaciones físicas, emocionales y sexuales que pueden sufrir por parte de maestras y maestros

Escrito por: Leonor Pérez-Durand

«Una maestra llegó a clavarme las uñas y dejarme marcas para entender una pose». Este 29 de abril el mundo ha celebrado el Día Internacional de la Danza, instaurado en 1982 por el Comité Internacional de la Danza (IDC) y UNESCO conmemorando el nacimiento de Jean-Georges Noverre (1727-1810), creador del ballet moderno.

Según el IDC: «La experiencia de la danza es la personificación más universal del espíritu humano», sin embargo, para muchas bailarinas la experiencia no es la más humana. Hace unos días leí la publicación de una bailarina mexicana de danza clásica, Regina se llama, 21 años tiene, ella explicaba lo cruel que puede ser enfundarse en un tutú. El maltrato de sus docentes le habían generado ataques de pánico durante la práctica.

Indignada por lo que leí, contacté a Regina para pedirle su testimonio, porque bailar debe ser un placer. Sí, si te dedicas profesionalmente hay sacrificios, como en toda disciplina, pero estos no pueden comportar humillaciones, menos aún tratándose de niñas y jovencitas que pueden caer en trastornos como dismorfia corporal, anorexia, baja autoestima, ataques de pánico y hasta el suicidio, según afirma la bailarina.

Baila desde antes de aprender a leer

Desde los 5 años de edad Regina se dedica a la danza, por ello alguna vez que ha cometido un error le han dicho: «No se nota que hayas estado estudiado todos estos años, ¿para qué ha gastado tanto tu Mamá?». Aprender alguna posición también le ha dejado huellas en el cuerpo. «A la hora de entender cómo ejecutar una posición correctamente, alguna maestra ha llegado a clavarme las uñas y dejarme marcas».

Regina afirma haber vivido en la danza cosas que nadie debería experimentar. «Lo que escribí fue desde mi experiencia en estos años como bailarina, lo que he visto y vivido. Jamás me imaginé el impacto que tendría la publicación, me entristece que tantas personas en todo el mundo se identifiquen con esta situación que, además, tenemos tan normalizada».

En su publicación, compartida más de 25 mil veces, varias fueron las chicas e incluso madres que explicaban los padecimientos por querer llegar a ser un prima dona. Algunas bailarinas decían haber llorado al leer la publicación, una madre decía que era testigo de como su hija también había sufrido los mismos maltratos y algunas bailarinas se sentían mal por haber normalizado el agravio que sufrían por su pasión por la danza.

Danza y trastornos alimentarios

«Tuve un maestro que antes de saludar nos decía que guardáramos nuestra comida, «ya han vomitado, no entrarán en el vestuario»». Según estudios sobre la relación de la danza y los trastornos alimentarios las estudiantes de danza clásica poseen un IMC más bajo -según parámetros de la OMS- comparadas con jóvenes de su misma edad, y esto se debe a la exigencia por la delgadez a la que son sometidas.

«Hubo temporadas en las que sólo comía pollo hervido para no subir de peso. Me obsesioné tanto con mi peso que no quería ir a reuniones familiares por la comida que habría; cuando iba y comía cosas ‘poco saludables’ al volver a casa, sin importar la hora que fuese, me ponía a hacer ejercicio para quemar las calorías ingeridas. Aún hay días en que siento culpa de comer ciertos alimentos» -dice Regina.

Pero la exigencia por la delgadez no se da sólo en el mundo de la danza, ciertas actividades deportivas y profesionales, como por ejemplo el modelaje favorecen la aparición de trastornos alimentarios (TCA), además, en general la sociedad «gordofóbica» impone a las mujeres encajar en determinadas medidas, y las bailarinas, por los estereotipos de esta disciplina, deben ser seres gráciles y ligeros que no pueden engordar porque sino son marginadas.

Danza y dismorfia corporal, pero no sólo…

Esta obsesión por el peso, además de favorecer el desarrollo de TCA, genera insatisfacción con el propio cuerpo, dismorfia corporal, le dicen. «Todo el día nos miramos en el espejo y eso hace que seamos muy criticas con nuestra imagen». Ellas tienen que ser perfectas y ligeras, tienen que volar por los aires y realizar poses humanamente imposibles, para eso las entrenan y las estresan.

La dismorfia corporal es un trastorno de salud mental que obsesiona a quien lo padece con su apariencia física haciendo que no pueda dejar de pensar en sus defectos reales o los que percibe. «Cuando tienes un trastorno dismórfico corporal, te enfocas intensamente en tu apariencia e imagen corporal, y revisas repetidamente el espejo, te aseas o buscas tranquilidad, algunas veces durante muchas horas al día» (Mayo Clinic).

Según el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Salud (IICS), la imagen corporal es el conjunto de percepciones y actitudes sobre uno mismo, incluyendo pensamientos, sentimientos y comportamientos hacia el propio cuerpo. Se ha reportado que los niveles elevados de insatisfacción pueden resultar en trastornos de alimentación como anorexia nerviosa o bulimia, sobre todo, en la población femenina.

Según el estudio Satisfacción corporal en bailarinas y no bailarinas realizado por el IICS, las bailarinas, sobre todo las de ballet, están más expuestas a estos trastornos, así encontraron que un 33,8% de las bailarinas de ballet participantes del estudio sufría de trastornos alimentarios y 78,8% de insatisfacción con la imagen corporal. «Las que manifiestan insatisfacción corporal tienen bajos niveles de autoestima y alta prevalencia de otros trastornos mentales».

Trastornos varios

Las bailarinas, por el constante escrutinio del publico y la exigencia sobre sus cuerpos, así como las humillaciones a las que pueden ser sometidas desde temprana edad por algunas y algunos malos docentes, pueden terminar sufriendo de baja autoestima, alienación personal, desconfianza interpersonal y miedo a madurar, todos estos trastornos acaban condicionando su salud emocional y mental.

La baja autoestima es producto de la frustración de no ser como desean para ser las mejores. La alienación personal las hace perder el control sobre sí mismas e intentan recuperarlo a través del control de su alimentación, cayendo en la anorexia o la bulimia. La desconfianza interpersonal es la incapacidad de confiar en los demás y el miedo a la madurez es el deseo de regresar a la seguridad de la infancia.

««Deja de temblar”, me decían, años después supe que tenía ataques de pánico durante la práctica. Sufría constantes gritos, en una clase se me hizo una corrección con una grosería, seguido de un: ¿No entiendes?, ¿no puedes? No te quejes si se burlan de ti, así es el mundo de la danza, acostúmbrate”». Regina, no es la única que ha sufrido maltrato, una bailarina le dijo que ni siquiera era consciente de sufrirlo.

Presión psicológica y competitividad

La bailarina también es consciente que la presión no es sólo física. «Lo único importante son los resultados, el poder dominar la técnica, por eso vivimos en constante estrés y llegamos a sufrir ataques de ansiedad y depresión por no sentirnos suficientemente capaces; a eso hay que sumarle que podemos llegar a sufrir trastornos de sueño y bajo rendimiento académico».

La competitividad también es otro aspecto que afecta la salud mental de las bailarinas. «Hay pocos papeles principales y todas queremos tenerlos. Por eso es que no se habla de los límites, faltas de respeto, humillaciones ni comparaciones porque tienes que ser fuerte, sino eres vista como débil o exagerada, insuficiente o demasiado frágil. Si te quejas, «no sirves para la danza», es lo que te dicen».

Normalización del maltrato

Regina anota que las bailarinas son capaces de normalizar la violencia que sufren porque comienzan en la danza a muy temprana edad y todas estás exigencias y humillaciones son ejercidas por personas que se supone las cuidan, las quieren y están a cargo de su formación. «Considero que eso hace que no lo veas como violencia, sino como algo normal y necesario para ser la mejor».

«Fuerzan nuestros cuerpos»

Según Regina, la violencia que pueden llegar a vivir las bailarinas comienza con las técnicas que las hacen llevar el cuerpo a posiciones no naturales. «Fuerzan nuestros cuerpos. Una maestra llegó a subirse en mis piernas para que mis ingles fueran más flexibles y tanto estudiantes como maestras y maestros estamos tan enfocados en el presente que no nos damos cuenta de las consecuencias que esto tendrá a futuro».

Bailarinas y bailarines afrontan lesiones originadas por la práctica. En el mercado incluso hay artilugios que se usan para lograr estirar tanto el pie que llegue a estar vertical en relación con tibia.

Posiciones imposibles

Poses y estiramientos como estos son los que Regina señala como «excesivos» y son los que pueden ser causa de lesiones irreversibles en bailarinas y bailarines. La exigencia por la perfección tanto en la danza como en cualquier deporte debe evitar daños físicos y por eso mismo, maestras, maestros y/o entrenadores deben, además, ser respetuosos y empáticos pues tratan con «material» en extremo sensible.

Docencia consciente

A pesar de que incluso tenemos que hablar de abusos sexuales en el mundo de la danza, Regina asegura que «aunque la danza no es un lugar 100% seguro para todas y todos, y aunque no es suficiente, empieza a haber cambios». Una de las personas que comentó su publicación es justamente una maestra de danza que corrobora lo denunciado por la joven y asegura que ella en su trabajo enseña desde el respeto.

Pedido al Senado

Pero la bailarina no se queda sólo en la denuncia y la queja, hace unos días inicio una petición a través en osoigo.com para pedir el Senado méxicano que procuren salud mental y física para las niñas y niños que deseen convertirse en bailarinas y bailarines. «Las cosas tienen que cambiar, para que las y los que entren en este mundo inicien sus carreras en un ambiente libre de violencia física, sexual y psicológica».

Urbi et orbi

Barcelona, España. Conservatori Professional de Dansa: en abril de este año la prensa dio a conocer el caso de Janna Mir, ex bailarina formada en el Conservatori: «Mi profesora de danza me marginó. En clase no me daba oportunidad de bailar y, cuando lo hacía, me decía que tenía las piernas cortas, que estaba gorda o que era mala».

El maltrato hizo que Janna dejase sus estudios en Barcelona y los continuase en el exterior. Además desarrolló bulimia y ha tenido que ir 10 años a terapia: «Me desmonté  emocionalmente», dijo en su denuncia. Para Janna, como para Regina, «el abuso está normalizado y los alumnos lo asumen, porque pasa cuando son muy jóvenes». Ahora ella es profesora en la academia de su madre y por eso se atreve a denunciar.

Otros alumnos del Conservatori también presentaron denuncia por vejaciones y abusos de poder. Se trata de estudiantes de entre 12 y 18 años de edad: «Esconde la barriga que se te salen las butifarras», «Aprieta el culo para que no se te vea la celulitis», «Chicas, estad más quietas que solo servís para decorar» o «No te empeñes en ser fea», son parte de las humillaciones verbales que dicen recibir.

Viena, Austria. Academia de Danza de la Ópera de Viena: en 2019 un informe demoledor dio cuenta de los abusos físicos y psicológicos a los que estaban siendo expuestos 130 niñas y niños de entre 10 y 18 años estudiantes de la Academia de Danza de la Ópera de Viena. El informe, elaborado en base a denuncias de maltrato y abusos, comportó la destitución de la directora de esta famosa institución.

En una nota de la DW, se afirma que la comisión que estudió las denuncias alertó que las y los niños de la academia están en riesgo de sufrir daño físico y psicológico. «Entre otros, el informe elaborado constata «falta de conciencia» por parte de los responsables de la academia sobre los «problemas relacionados con la protección y el bienestar infantil», incluida «atención médica y terapéutica»».

«La prestigiosa academia de ballet de Viena pone en peligro el bienestar de los niños, incluso animándolos a fumar para mantenerse delgados. Además, se han infligido graves abusos físicos y mentales a sus estudiantes, así como agresiones sexuales»

Conmoción por abusos en escuela de danza de Ópera de Viena

Abusos sexuales, también

Como ya mencionó Regina en su petición, el abuso sexual también es recurrente en el mundo de la danza. Las denuncias se escampan por el mundo, haciendo una búsqueda rápida en Google las he encontrado en España, México, Colombia, Chile, Argentina, Estados Unidos, Perú. Es terrible ver como el mundo de las artes que tienen que ver con la expresión corporal, como la danza y el teatro, las denuncias se acumulan.

Unas de las denuncias de abuso sexual que conmocionaron el mundo de la danza clásica, fueron las realizadas contra Viktor Kabaniaev, «aclamado bailarín de la extinta Unión Soviética y conocido coreógrafo en el San Francisco Chronicle», quien habría abusado y violado a alumnos menores de edad.

La danza clásica es una bella disciplina para quienes como público la disfrutamos, es una pasión para quienes la practican, sin embargo, cada pose, cada figura, cada movimiento es esfuerzo, es trabajo y es incluso dolor, pero lo que no debe ser es humillación ni vejación, ni abuso; ni tampoco debe provocar que quienes la practican tengan que sufrir ningún tipo de trastorno ni desequilibrio, como sociedad debemos exigirlo.


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